Acto de Contrición

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· Política | 02 julio 2020
Por Equipo Editorial

Los organismos empresariales son contrapesos a los excesos de poder del gobierno” Ricardo Margáin Zozaya

México vivió un período de fuerte crecimiento y baja inflación de 1940 a 1970. Se le llamó “desarrollo estabilizador” o “el milagro mexicano”, como le decían en el exterior. Nuevo León aprovechó ese momento para fortalecerse y lograr un alto grado de prosperidad.

Crecíamos a un ritmo del 6% anual con una inflación del 2%, y había un muy adecuado equilibrio entre el gobierno y los empresarios del estado que, promoviendo el bien común, lograron grandes beneficios tanto para los trabajadores y sus familias como para la ciudadanía en general.

No envidiábamos para nada a las naciones más prósperas del mundo, ya que se contaba con pleno empleo, salario remunerador y prestaciones sociales extraordinarias dado que las empresas se distinguían por su eficiencia y gran sentido de responsabilidad social.

Un obrero con su salario podía mantener modesta pero adecuadamente a una familia de hasta 8 miembros, que además contaban con servicios de salud gratuitos antes de la fundación del IMSS, y capacidad para comprar una vivienda aun sin existir el Infonavit. Desafortunadamente, desde ese tiempo a la actualidad se ha perdido hasta un 70% del poder adquisitivo del salario.

De igual forma, los trabajadores y sus familias tenían acceso a instalaciones de recreación, deportes y cultura, así como a excelentes escuelas y universidades. Se gozaba de paz social y los gobiernos se distinguían por ser eficientes y cumplidamente honestos.

Y una razón de este ambiente tan positivo era que los organismos intermedios del sector privado, o cámaras empresariales, cumplían una labor muy eficaz en ser vigilantes y críticos contundentes de las acciones del gobierno.

Precisamente, don Ricardo Margáin Zozaya, brazo derecho de don Eugenio Garza Sada en el tema social y político de la entidad, tenía la delicada función de detectar líderes sociales íntegros y capaces para promoverlos como consejeros de dichas cámaras.

Pero lo más importante es que los empresarios y muchos ciudadanos responsables estaban convencidos de que era indispensable su participación crítica y también su colaboración con el gobierno en turno para lograr un ambiente propicio para el desarrollo de la región y de su comunidad.

Recordamos con gran respeto y admiración a líderes empresariales como don Carlos Maldonado, don Gregorio Ramírez, don Jorge Chapa, don Adrián Sada Treviño, don Alberto Santos González y Bernardo Garza Sada y Andrés Marcelo Sada, entre muchos otros quienes participaban decididamente en los ámbitos económico y social, así como en los asuntos públicos.

Sin embargo, el tiempo y diversas circunstancias hicieron que esta situación de privilegio se deteriorara. La muerte de don Eugenio Garza Sada en 1973 propició cinco años más tarde el cambio de los corporativos de importantes empresas al municipio de San Pedro Garza García, (perdiendo así la cercanía de directivos con sus trabajadores). Después ocurrió el fallecimiento de don Ricardo Margáin en 1986, y finalmente el inevitable cambio generacional de los líderes empresariales.

Además, durante su administración, el presidente Carlos Salinas de Gortari se encargó a nivel nacional de “mojarle la pólvora” a los organismos empresariales y sindicatos, y con sus privatizaciones y contubernios ayudó a la formación de los llamados “poderes fácticos” que han impedido la tan ansiada igualdad que merecen los mexicanos.

A nivel local las cámaras se han convertido en “escuelitas técnicas”, y se han olvidado de su verdadera misión de ser contrapesos a los excesos de poder del gobierno, como mencionaba don Ricardo Margáin, quien decía que “mientras a los empresarios no se les estorbe no necesitarán ayuda alguna, sino solamente que la cancha donde jueguen esté pareja”.

Nuevo León y sus habitantes en los últimos tres gobiernos estatales han sufrido un retroceso considerable porque los políticos se han despachado con la cuchara grande, sin que nadie se los impida salvo la opinión muy respetable y a veces contundente de diversos medios de difusión locales.

Mal gobierno, inseguridad, pésimo transporte público, contaminación y nula planeación urbana, son algunos de los problemas que padecen los nuevoleoneses sin que ciudadanos ni empresarios hayan podido hacer nada al respecto. Tenemos 20 años cuando menos de que los organismos empresariales “se agitan, pero no se mueven”, y la palabra que puede definir al gobierno en el mejor de los casos es parálisis, por su ineptitud y desinterés.

Y para acabarla de amolar, a nivel nacional tenemos un gobierno torpe y destructivo y no sabemos a qué nivel del infierno de Dante nos llevará con sus locuras. Por ello insistimos en que la sociedad civil, “las élites”, que son las personas más preparadas y no las más ricas, como decía el gran filósofo español José Ortega y Gasset, tienen la enorme responsabilidad de trabajar a favor de la mayoría.

Esa minoría selecta, apartada hoy de la acción política por resignación e indiferencia, desempeñaría el papel de levadura e inspiración para la gente, realizando acciones ejemplares y conductoras.

Sin contrapesos no hay buen gobierno.

Por ello hay que hacer un “acto de contrición”, un “mea culpa” para meditar si es conveniente cambiar de actitud y decididamente reforzar la operación de dichos organismos empresariales y participar en cuanta institución civil podamos para contribuir sólidamente a construir un mejor estado y país. Rescatar de malos gobiernos a Nuevo León no es un mal objetivo de corto plazo. Ya nos lo merecemos.

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