El país que anhelamos

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· Política | 07 agosto 2020
Jorge Arrambide Garza

La arrogancia precede a la destrucción, y la soberbia a la caída” Proverbios 16,18

Cuentan que el primer gobernante de México, el emperador Agustín de Iturbide, hijo de un rico propietario de una hacienda en Michoacán, tenía de joven la extraña afición de cortarle los dedos a los pollos de su corral para deleitarse sádicamente viéndolos cojear.

Ahora bien, a casi 200 años de distancia nos debemos preguntar si nuestro querido país ha cambiado la forma de gobernarse o seguimos con la misma idiosincrasia, pues comparando a este ilustre personaje con el reciente y efímero campeón mundial de boxeo Andy Ruiz, observamos que hay muchas similitudes entre ambos.

Ellos estuvieron en el lugar y momento adecuados, alcanzaron la gloria, y en solo 8 meses debido a los errores que cometieron echaron por la borda lo ganado. Iturbide fue ensalzado notablemente, lo que provocó “que se endiosara” y cometiera suficientes desvaríos para que lo corrieran del cargo, lo extraditaran a España decretando que si regresaba al país lo fusilaban, y como no había internet en ese tiempo, al arribar de regreso a Tampico lo aprehendieran y le cumplieron la amenaza.

Por su parte, Ruiz tuvo la fortuna de que al campeón mundial británico de peso completo Anthony Joshua II le tuvieron que cambiar de última hora al contrincante que le tenían programado reemplazándolo por el mexicano, quien se encontró frente a la oportunidad de su vida.

Después de la fracasada revancha le preguntaron al ex-campeón mexicano ¿qué había causado su derrota?, a lo que con toda candidez respondió más o menos así: “en lugar de prepararme debidamente para la pelea, me metí en un largo festejo agarrando la parranda y hasta subí 20 kilos de peso”. La empresa que lo patrocinó le sacó buena raja mediática trayéndolo de fiesta en fiesta.

Y las similitudes están asociadas en su mayoría con la forma de pensar del mexicano, ya que normalmente a quienes ocupan posiciones importantes no les hablamos con la verdad, sino que los alabamos constantemente y por ello cometen graves errores que provocan su desgracia.

Iturbide fue equiparado con Alejandro Magno, Constantino, Washington, Moisés y Abraham entre otros personajes ilustres, hasta lo llamaron “padre de la Patria, héroe invicto, inmortal libertador, antorcha luminosa del Anáhuac, estupor del universo”.

Y todo esto viene al caso porque seguimos actualmente con las mismas prácticas, ya que cuando el caso lo amerita, en las mesas de café despotricamos contra algún gobernante, pero en su presencia no los tocamos ni con el pétalo de una rosa, vaya, ni siquiera mencionamos que algo se puede mejorar, aunque las cosas vayan muy mal.

Por ello hemos ya indicado que los tres problemas más profundos del país son “el exceso de soberbia de los gobernantes”, “la falta de contrapesos efectivos” y “el particularismo del ciudadano”, que mucho tienen que ver con los gravísimos problemas de impunidad, corrupción, inseguridad e inequidad social que padecemos, porque nunca exigimos buenos resultados.

Así que es sumamente conveniente que sobre todo algunas universidades públicas y privadas del país, posiblemente encabezadas por algún organismo como México Evalúa, se enfoquen a analizar por qué, aunque con algunos avances importantes, el país no ha podido salir de su mediocridad y sobre todo alcanzar la prosperidad, igualdad y justicia social que han logrado otras naciones en el mundo.

¿Qué se puede hacer para contar en México con gobiernos honestos, eficaces, y ejemplares, que agreguen valor a la sociedad en lugar de depredar sus recursos?

Cómo aseguramos que el gobierno realice con eficacia sus principales funciones, como alcanzar un estado de derecho tal que abata la impunidad y la corrupción, dar seguridad pública, brindar servicios universales de calidad y asequibles en educación y salud, y construir la infraestructura necesaria para el desarrollo sustentable de México.

Pero además y muy importante, acabar con los “poderes fácticos” que merman constantemente las posibilidades de progreso de la población, así como con los monopolios y oligopolios tanto del sector público como privado, para asegurar que la cancha sea pareja para todos.

Es indispensable que aligerándose la cuarentena que padecemos y con los cuidados necesarios, se programe un “Foro internacional sobre el país que anhelamos”, para que analizando nuestras amenazas y oportunidades, debilidades y fortalezas, tratemos de encontrar las causas que nos impiden avanzar.

Reconocemos que la solución no es fácil ni de corto plazo, y especialmente que nadie vendrá a resolver nuestros problemas, sino que tendremos que lograrlo nosotros mismos, así que nos urge definir el nuevo rumbo a seguir.

Aprovechemos ahora para hacer estos planteamientos, porque si pasada la pesadilla de la 4T y después de pagar los enormes costos que dejará por el gran daño que está provocando, regresamos a los mismos vicios que nos llevaron a esta difícil situación, no tendremos ningún futuro promisorio como nación, y esta vez sí tendrán razón quienes han obtenido su ciudadanía española y portuguesa por su origen sefardí: será más fácil cambiar de país que arreglar el nuestro.

Dejemos de lado la apatía y el desinterés y actuemos en consecuencia: no esperemos a que nuestros hijos y nietos después nos reclamen por nuestra cobarde negligencia.

jargarza@solbc.com

 

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