Este gobierno que habla mucho y hace poco se ha vuelto demasiado “líquido” y nos genera más angustia que tranquilidad, a pesar de pregonar que bajo su mandato somos más felices.
Mientras llegamos al momento de explicar un poco este asunto de la liquidez, digamos que la #4T ha diluído las leyes electorales en México. Empujadas con mucho esfuerzo a lo largo de años de diseño y lucha por hacerlas sólidas, ahora las vemos bajo amenaza para modificarlas a conveniencia, hacerlas ambiguas o de plano hacerlas “líquidas”, para adaptarlas al molde o recipiente del capricho de un gobierno que tiende a la autocracia.
¿Recuerdan la solidez del Seguro Popular? Quizá no era tanta, ni tan perfecta, pero funcionaba para la mayoría. Tan funcionaba, que seguimos extrañándolo. Ahora piensen en el INSABI. No es piso firme donde andar para atender la salud – un derecho constitucional de todos los mexicanos – no en condiciones normales y menos en medio de una pandemia, por cierto, mal manejada.
Las empresas de todos tamaños, pero más las micro y pequeñas, daban empleo digno y estable. Miles de ellas ahora están “licuadas” por el abandono de este gobierno indolente y amenazadas con persecución fiscal, sin la mínima consideración. Y reciben cero ayuda de la autoridad, ya no digamos con acciones activas como créditos, sino tampoco con acciones pasivas, como la condonación, o mínimo el aplazamiento de cobro de servicios o impuestos, para que las empresas “respiren” y no desaparezcan empleos.
Pueden ustedes seguir dando ejemplos de aplicación de la cultura líquida en nuestro México. Seguro los encontrarán en su propio campo de acción. ¿La Reforma Educativa? ¿La Reforma Energética? Para nosotros lo más grave es la destrucción constitucional e institucional, por cuya solidez nuestro país circulaba con pasos más o menos firmes, quizá no del todo, pero avanzaba.
Ahora estamos congelados, frente a un secretario de Hacienda que nos transmite en vez de esperanza, un panorama de lo más negro. Además lo hace de manera matizada, como pensando que no hay suficiente información, ahora sí sólida, para saber que lo que nos espera es mucho peor. Imposible caminar con confianza en una nación cuyo líder destruye sistemáticamente la solidez de lo que le estorba, aunque para eso tengan que morir miles de niños y adultos por falta urgente de medicamentos; aunque mueran decenas de miles por su concepto líquido de “abrazos no balazos”; y otros quizá cientos de miles por el pésimo manejo de la pandemia.
Arenas movedizas para los mexicanos, y él viviendo en un opulento palacio firme y sólido que no construyó ni merece. Una fecha, sin embargo, permanece aún firme: 6 de junio de 2021.
En esa cercana elección los mexicanos tendremos que ponernos firmes y sólidos o nos hundiremos en el pantano que está construyendo el mal gobierno de López con la liquidez de sus malas decisiones. No olvidemos que en esa fecha todos, todos, habremos de emitir un voto útil para hacer contrapeso a esta “aplanadora” en que se ha convertido nuestro autócrata.
¿Cómo es la cultura líquida?
De acuerdo con los conceptos de Zygmunt Bauman, que generaron una comprensión de la realidad muy de moda hace unos años, la cultura humana tiende a volverse líquida.
Es decir, en contra de toda la experiencia humana de tener confianza en el estado sólido, la reacción de la sociedad era nada menos que preferir lo cambiante para evitar sentirse demasiado comprometido con el mundo como era conocido hasta ese entonces.
Algunas de las aplicaciones de ese concepto como “modernidad líquida” o “verdad líquida”, aparecen bastante filosóficas, sin embargo abren espacio para otras consideraciones más prácticas y cotidianas.
Así, lo que de niños aprendimos como ventaja de tener un padre sólido, o una familia sólida y unos principios sólidos, ya estaba siendo cuestionado.
La tranquilidad que nos da poder ver frente a nosotros una carretera firme y amplia contrasta con el estrés que representa el manejar bajo fuerte lluvia que desaparece los límites y los vuelve invisibles y peligrosos, los vuelve líquidos, y esa parte ya no nos gusta tanto.
Entonces, lo que está sucediendo en México a partir del 1 de diciembre de 2018 es que las instituciones, algunas más sólidas que otras, se encuentran bajo asedio, amenazadas por un Presidente que desea tener todo el poder para él y sus partidarios.
¿Permitiremos que siga avanzando con este perverso propósito?