Ideario de don Eugenio Garza Sada

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· Política | 03 julio 2020
Por Equipo Editorial

Trabajador incansable y de gran calidad humana, don Eugenio Garza Sada es recordado como un empresario exitoso y un activo promotor del desarrollo de su comunidad.

Como presidente del Grupo Valores Industriales S. A., que aglomeraba a varias empresas como la Cervecería Monterrey, veló siempre no solo por el bienestar de todos sus colaboradores y empleados, sino también por el de sus familias.

Siendo un apasionado de la educación y entendiendo su potencial para desarrollar a México y generar calidad de vida, fundó el Tecnológico de Monterrey con la misión de formar profesionales íntegros y bien calificados. Setenta y seis años después, el Tec es hoy una de las universidades privadas más respetadas de Latinoamérica por su excelencia educativa.

Parte de su legado es el ideario que compartimos a continuación.

Ideario de don Eugenio Garza Sada

I. Reconocer el mérito de los demás.

Por la parte que hayan tomado en el éxito de la empresa y señalarlo de manera espontánea, pronta y pública. Usurpar ese crédito, atribuirse a sí mismo méritos que corresponden a quienes trabajan a las órdenes propias, sería un acto innoble, segaría una fuente de afecto e incapacitaría para comportarse como corresponde a un ejecutivo.

II. Controlar el temperamento.

Debe tenerse capacidad para dirimir pacífica y razonablemente cualquier problema o situación, por irritantes que sean las provocaciones que haya que tolerar. Quien sea incapaz de dominar sus propios impulsos y expresiones, no puede actuar como director de una empresa. El verdadero ejecutivo abdica el derecho a la ira.

III. Nunca hacer burla

De nadie ni de nada. Evitar las bromas hirientes o de doble sentido. Tener en cuenta que la herida que asesta un sarcasmo, nunca cicatriza.

IV. Ser cortés.

No protocolario, pero sí atento a que los demás encuentren gratos los momentos de la propia compañía.

V. Ser tolerante.

De las faltas que puedan encontrarse en la raza, color, modales, educación, o idiosincrasia de los demás.

VI. Ser puntual.

Quien no puede guardar sus citas, muy pronto se constituirá en un estorbo.

VII. Si uno es vanidoso, hay que ocultarlo.

Como el secreto más íntimo. Un ejecutivo no puede exhibir arrogancia ni autocomplacencia. Cuántas veces los fracasos de hombres bien conocidos confirman el adagio de «el orgullo antecede a la caída». Cuando uno empiece a decir que otros empleados son torpes, o que los clientes son mezquinos o necios, habrá empezado a meterse en embrollos.

VIII. No alterar la verdad.

Lo que uno afirme, debe hacerlo reflexionando; y lo que prometa, debe cumplirlo. Las verdades a medias pueden ocultar errores, pero por poco tiempo. La mentira opera como un búmeran.

IX. Dejar que los demás se explayen.

Especialmente los colaboradores, hasta que lleguen al verdadero fondo del problema, aunque tenga que escuchárseles con paciencia durante una hora. Haría uno un pobre papel como director, si dominara una conversación en vez de limitarse a encauzarla.

X. Expresarse concisamente.

Con claridad y completamente, sobre todo al dar instrucciones. Nunca estorba un buen diccionario a mano.

XI. Depurar el vocabulario.

Eliminar las interjecciones. Las voces vulgares y los giros familiares debilitan la expresión y crean malentendidos. Para demoler verbalmente a sus enemigos, los grandes parlamentarios nunca emplearon una sola expresión vulgar.

XII. Asegurarse de disfrutar el trabajo.

Es muy legítimo tener pasatiempos predilectos e intereses en otras cosas, pero si se estima como un sacrificio venir los sábados o quedarse en la oficina más allá del horario en caso preciso, entonces lo que se necesita es un descanso y otra compañía en donde trabajar.

XIII. Reconocer el enorme valor del trabajador manual.

Cuya productividad hace posible la posición directiva y afirma el futuro de ambos.

XIV. Pensar en el interés del negocio más que en el propio.

Es buena táctica. La fidelidad a la empresa promueve el propio beneficio.

XV. Análisis por encima de la inspiración o de la intuición.

Este debe ser el antecedente para actuar.

XVI. La dedicación al trabajo.

Beneficia al individuo, a la empresa y a la sociedad entera. En esto se asemeja a un sacerdocio.

XVII. Ser modesto

Si no se comprende que nada tienen que ver con el valor de la persona -el tamaño del automóvil o de la casa, o el número de amigos y de los clubes a que se pertenece, o el precio del abrigo de pieles de la esposa y el rótulo de la puerta del despacho- y si estas cosas significan para uno más que la tarea bien y calladamente cumplida y los conocimientos y el refinamiento espiritual para adquirirlos, entonces se precisa un cambio de actitud o de trabajo.

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